OBJECTIVE: To identify affordable, sustainable methods to strengthen trauma care capabilities in Mexico, using the standards in the Guidelines for Essential Trauma Care, a publication that was developed by the World Health Organization and the International Society of Surgery to provide recommendations on elements of trauma care that should be in place in the various levels of health facilities in all countries. METHODS: The Guidelines publication was used as a basis for needs assessments conducted in 2003 and 2004 in three Mexican states. The states were selected to represent the range of geographic and economic conditions in the country: Oaxaca (south, lower economic status), Puebla (center, middle economic status), and Nuevo León (north, higher economic status). The sixteen facilities that were assessed included rural clinics, small hospitals, and large hospitals. Site visits incorporated direct inspection of physical resources as well as interviews with key administrative and clinical staff. RESULTS: Human and physical resources for trauma care were adequate in the hospitals, especially the larger ones. The survey did identify some deficiencies, such as shortages of stiff suction tips, pulse oximetry equipment, and some trauma-related medications. All of the clinics had difficulties with basic supplies for resuscitation, even though some received substantial numbers of trauma patients. In all levels of facilities there was room for improvement in administrative functions to assure quality trauma care, including trauma registries, trauma-related quality improvement programs, and uniform in-service training. CONCLUSIONS: This study identified several low-cost ways to strengthen trauma care in Mexico. The study also highlighted the usefulness of the recommended norms in the Guidelines for Essential Trauma Care publication in providing a standardized template by which to assess trauma care capabilities in nations worldwide.

OBJETIVO: Identificar formas asequibles y sustentables de reforzar los recursos para la atención de heridos en México aplicando las pautas contenidas en Guidelines for Essential Trauma Care [Pautas para el tratamiento básico de los heridos], publicación de la Organización Mundial de la Salud y de la Sociedad Quirúrgica Internacional que contiene recomendaciones sobre los componentes de la atención de heridos que deben poseer los servicios de salud de distintos niveles en todos los países. MÉTODOS: Las pautas publicadas (Guidelines) sirvieron de base para llevar a cabo evaluaciones de las necesidades en tres estados mexicanos en 2003 y en 2004. Los estados se escogieron con la idea de que estuviese representada la amplia variedad de condiciones geográficas y económicas del país: Oaxaca (en el sur y de estrato económico inferior), Puebla (en el centro y con un estrato económico mediano) y Nuevo León (en el norte y con un estrato económico más alto). Se evaluaron dieciséis centros entre los cuales había puestos de salud rurales, hospitales pequeños y hospitales grandes. Se hicieron visitas a todos los centros para llevar a cabo la inspección directa de los recursos físicos en cada uno y entrevistar a miembros clave del personal administrativo y clínico. RESULTADOS: Los recursos humanos y físicos destinados a la atención de heridos eran de calidad satisfactoria en los hospitales, especialmente los más grandes. La encuesta reveló algunas deficiencias, tales como una escasez de succionadores rígidos, oxímetros de pulso y algunos medicamentos usados para tratar heridos. En todos los puestos se observaron dificultades con los equipos básicos de reanimación, a pesar de que algunos recibían un número bastante alto de heridos. En los centros de todos los niveles había margen para mejorar las funciones administrativas a fin de conseguir una atención de calidad que incluyese el mantenimiento de registros de heridos, programas para mejorar la atención de estos pacientes y uniformidad en el adiestramiento del personal durante el desempeño de sus funciones. CONCLUSIONES: En este estudio se identificaron varias formas baratas de reforzar la atención de pacientes heridos en México. También se subrayó la utilidad de las pautas recomendadas en la obra Guidelines for Essential Trauma Care como modelo estandarizado para evaluar los recursos para el tratamiento de heridos que poseen los países en cualquier parte del mundo.

The definition of the ideal numbers and distribution of human resources required for control of road traffic injury (RTI) is not as advanced as for other health problems. We can nonetheless identify functions that need to be addressed across the spectrum of injury control: surveillance; road safety (including infrastructure, vehicle design, and behaviour); and trauma care. Many low-cost strategies to improve these functions in low- or middle-income countries can be identified. For all these strategies, there is need for adequate institutional capacity, including funding, legal authority, and human resources. Several categories of human resources need to be developed: epidemiologists who can handle injury data, design surveillance systems, and undertake research; engineers and planners versed in safety aspects of road design, traffic flow, urban planning, and vehicle design; police and lawyers who understand the health impact of traffic law; clinicians who can develop cost-effective improvements in the entire system of trauma treatment; media experts to undertake effective behaviour change and social marketing; and economists to assist with cost-effectiveness evaluations. RTI control can be strengthened by enhancing such training in these disciplines, as well as encouraging retention of those who have the needed skills. Mechanisms to enhance collaboration between these different fields need to be promoted. Finally, the burden of RTI is borne disproportionately by the poor; in addition to technical issues, more profound equity issues must be addressed. This mandates that people from all professional backgrounds who work for RTI control should develop skills in advocacy and politics.

La definición de las cifras y distribución ideales de los recursos humanos requeridos para combatir los traumatismos causados por el tránsito (TT) no ha avanzado en la misma medida que para otros problemas de salud. No obstante, podemos identificar las funciones que deben abordarse en todo el espectro de lucha contra los traumatismos: vigilancia; seguridad vial (lo que incluye infraestructura, diseño de vehículos y comportamiento), y atención traumatológica. Se pueden identificar muchas estrategias de bajo costo para mejorar esas funciones en los países de ingresos bajos o medianos. Para todas esas estrategias, se necesita capacidad institucional suficiente, lo que abarca financiación, autoridad legal y recursos humanos. Hay que formar varios tipos de recursos humanos: epidemiólogos capaces de manejar los datos sobre traumatismos, diseñar sistemas de vigilancia y emprender investigaciones; ingenieros y planificadores conocedores de las implicaciones para la seguridad del diseño de carreteras, la circulación del tráfico, la planificación urbana y el diseño de vehículos; policías y abogados que comprendan el impacto sanitario de las leyes de tráfico; médicos que puedan introducir mejoras costoeficaces en todo el sistema de tratamiento de los traumatismos; expertos en los medios para impulsar cambios de comportamiento y fórmulas de mercadotecnia social efectivos; y economistas que ayuden a realizar las evaluaciones de costoeficacia. La lucha contra los TT puede reforzarse fomentando la formación en esas disciplinas y la retención de quienes tengan las aptitudes necesarias. Es preciso promover mecanismos que mejoren la colaboración entre esos distintos campos. Por último, la carga de TT recae desproporcionadamente en los pobres; además de los temas técnicos, deben abordarse algunos aspectos más profundos relacionados con la equidad. Ello exige que todas las personas implicadas en el control de los TT, con independencia de cuál sea su preparación profesional, desarrollen aptitudes para la promoción y la acción política.

On n'a pas autant progressé dans la définition de la repartition et des effectifs optimaux des ressources humaines nécessaires à la lutte contre les accidents de la route que dans la résolution d'autres problèmes sanitaires. Il est néanmoins possible d'identifier les fonctions à assurer parmi le spectre d'activités intervenant dans cette lutte : surveillance, sécurité routière (y compris les infrastructures, la conception des véhicules et les comportements) et prise en charge des traumatismes. On peut également définir de nombreuses stratégies peu coûteuses pour améliorer ces fonctions dans les pays à revenus faibles et moyens. Toutes ces stratégies nécessitent que l'État dispose de moyens suffisants, notamment en matière de financement, d'autorité légale et de ressources humaines. Les moyens humains devant être constitués feront appel à plusieurs catégories de personnel : épidémiologistes capables de traiter les données d'accident, de concevoir les systèmes de surveillance et de réaliser des recherches, ingénieurs et planificateurs spécialisés dans les aspects relatifs à la sécurité de la conception des routes, de l'écoulement du trafic, de l'urbanisme et de la conception des véhicules, policiers et hommes de loi comprenant l'impact sanitaire des règlements de la circulation, cliniciens capables de mettre au point des améliorations rentables du système complet de traitement des traumatismes, spécialistes des médias à même de modifier efficacement les comportements et d'assurer un marketing social, et économistes en mesure de contribuer aux évaluations coût-efficacité. On peut rendre plus efficace la lutte contre les accidents de la route en améliorant la formation dans ces disciplines et en retenant les personnes possédant les compétences requises. Il convient de favoriser les mécanismes permettant de renforcer la collaboration entre ces différents domaines. Enfin, la charge d'accidents de la route porte de manière disproportionnée sur les plus démunis. En dehors des questions techniques, il faut s'attaquer aux problèmes plus profonds d'inéquité. Cela suppose que les personnes de toutes professions qui participent à la lutte contre les accidents de la route acquièrent des compétences en matière de promotion et de défense des droits et d'action politique.

OBJECTIVES: To evaluate the effectiveness of educational counselling programmes aimed at increasing parents' practice of childhood safety in Monterrey, Mexico, and to provide information aimed at helping to improve the effectiveness of future efforts in this field. METHODS: Three different counselling programmes were designed to meet the needs of the upper, middle and lower socioeconomic strata. Evaluation involved the use of baseline questionnaires on parents' existing safety-related practices for intervention and control groups and the administration of corresponding questionnaires after the programmes had been carried out. FINDINGS: Data were obtained on 1124 children before counselling took place and on 625 after it had been given. Overall safety scores (% safe responses) increased from 54% and 65% for the lower and upper socioeconomic strata, respectively, before counselling to 62% and 73% after counselling (P <0.001 for all groups). Improvements occurred both for activities that required caution and for activities that required the use of safety-related devices (e.g. helmets, car seats). However, scores for the use of such devices remained suboptimal even after counselling and there were wide discrepancies between the socioeconomic strata. The post-counselling scores for the use of safety-related devices were 55%, 38% and 19% for the upper, middle and lower socioeconomic strata, respectively. CONCLUSIONS: Brief educational interventions targeting parents' practice of childhood safety improved safe behaviours. Increased attention should be given to specific safety-related devices and to the safety of pedestrians. Educational efforts should be combined with other strategies for injury prevention, such as the use of legislation and the improvement of environmental conditions.

OBJETIVO: Evaluar la eficacia de programas de asesoramiento destinados a mejorar las prácticas de seguridad de los progenitores con sus niños en Monterrey (México) y proporcionar información encaminada a mejorar la eficacia de los futuros esfuerzos en este campo. MÉTODOS: Se formularon tres programas de asesoramiento distintos en función de las necesidades de los estratos socioeconómicos superior, medio e inferior. La evaluación incluía el uso de cuestionarios de referencia sobre las prácticas seguidas por los padres en relación con la seguridad, con grupos de intervención y de control, y la administración de esos mismos cuestionarios tras haber llevado a cabo los programas. RESULTADOS: Se obtuvieron datos sobre 1124 niños antes del asesoramiento, y sobre 625 después del mismo. La puntuación global de la seguridad (% de respuestas correspondientes a la opción segura) aumentó del 54% y el 65% antes del asesoramiento para los estratos socioeconómicos inferior y superior, respectivamente, al 62% y el 73% después del mismo (P< 0,001 para todos los grupos). Se observaron mejoras tanto para las actividades que requerían precaución como para el uso de dispositivos de seguridad (p. ej., cascos, asientos para niños). Sin embargo, las puntuaciones para el uso de tales dispositivos se mantuvieron por debajo de lo deseable incluso después del asesoramiento, y se observaron grandes discrepancias entre los estratos socioeconómicos. Las puntuaciones postasesoramiento para el empleo de dispositivos de seguridad fueron del 55%, 38% y 19% para los estratos socioeconómicos superior, medio e inferior, respectivamente. CONCLUSIÓN: Las prácticas de seguridad de los padres para con sus hijos mejoraron tras llevar a cabo intervenciones educativas breves centradas en dichas prácticas. Hay que prestar más atención a determinados dispositivos de seguridad y a la seguridad de los peatones. Los esfuerzos educativos deben combinarse con otras estrategias de prevención de los traumatismos, como la aplicación de legislación y el mejoramiento de las condiciones ambientales.

OBJECTIF: Evaluer l'efficacité des programmes de conseil visant à familiariser les parents avec les mesures de sécurité pour enfants à Monterrey au Mexique, et fournir des informations pour que les futures dispositions prises dans ce domaine soient plus efficaces. MÉTHODES: Trois différents programmes de conseil ont été conçus pour répondre aux besoins des couches socio-économiques supérieure, moyenne et inférieure. L'évaluation a consisté en l'adminis-tration d'un questionnaire de base sur les mesures de sécurité appliquées par les parents dans un groupe d'intervention et un groupe témoin ; après la mise en œuvre de ces programmes, un questionnaire de suivi a également été administré. RÉSULTATS: Des données ont été recueillies chez 1124 enfants « avant conseil » et chez 625 « après conseil ». Les résultats d'ensemble des contrôles de perception des mesures de sécurité ( % de réponses correspondant à une sécurité maximale ) sont passés respectivement de 54 % et 65 % avant conseil dans les couches socio-économiques inférieure et supérieure, à 62 % et 73 % après conseil ( p < 0,001 tous groupes confondus). On a constaté des améliorations autant pour les activités qui exigeaient un comportement prudent que pour celles qui nécessitaient le recours à un moyen de sécurité ( par ex. casque, siège d'auto pour bébé ). Toutefois, les résultats concernant l'utilisation de ces moyens restaient sous-optimaux même après conseil, et les écarts étaient importants d'une couche socio-économique à l'autre. Les résultats après conseil concernant l'utilisation de moyens de sécurité étaient respectivement de 55 %, 38 % et 19 % dans les couches socio-économiques supérieure, moyenne et inférieure. CONCLUSION: Une action pédagogique de courte durée axée sur les méthodes utilisées par les parents pour assurer la sécurité de leurs enfants a permis de rendre les comportements plus sûrs. Les moyens de sécurité et la sécurité des piétons devraient retenir davantage l'attention. Une action pédagogique devrait être associée à d'autres stratégies pour prévenir les traumatismes, tel-les que le recours à des textes de loi et l'amélioration des conditions extérieures.